martes, 7 de junio de 2011

Sexto dia de la novena en honor a San Bernabé

    Ante el éxito conseguido en Antioquía, Bernabé y su amigo Pablo juzgaron que las tierras de la gentilidad estaban sazonadas para recibir la siembra de la buena nueva, y de ahí su propósito de emprender la evangelización del mundo pagano para dar testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra. La decisión de los dos apóstoles fue trascendental y revolucionaria. Hasta entonces la Iglesia se nutría preferentemente de judíos conversos y por alguno que otro prosélito procedente del paganismo, en adelante, las fuentes de salud se irán cerrando a los judíos a causa de su dura cerviz y fecundarán el corazón humilde de los que durante siglos anduvieron por las sendas del error. Al llamamiento interno que sintieron los dos apóstoles siguió el testimonio público y solemne del Espíritu Santo al declarar en un acto litúrgico en honor del Señor por boca de los profetas de la comunidad: "Segregadme a Bernabé y a Pablo para la obra a que los llamo" (Hch. 13,3). Entonces los profetas y doctores de la comunidad, después de orar y ayunar, les impusieron las manos para conferirles la misión de predicar a los gentiles, invocando sobre ellos la bendición del Señor a fin de que cumplieran dignamente su cometido. Con esta ceremonia solemne salía la Iglesia de su aislamiento y se lanzaba, por decisión de Bernabé y Pablo, a la conquista del mundo pagano.

    Chipre fue el primer campo de apostolado de Bernabé y Pablo. La isla era famosa en la antigüedad por la feracidad de su suelo, sobre todo el de la amplia llanura que corre de un extremo a otro del territorio regado por las aguas del Pediacus y flanqueado a los dos lados por dos montañas que se extienden en dirección Este-Oeste, Producía Chipre vino, aceite y trigo en abundancia; las lomas de sus montañas estaban recubiertas por frondosos bosques y en sus entrañas se albergaban minas de cobre. Desde los tiempos macabaicos (1 Mach. 15,23) existía en Chipre una colonia judía que se incrementó extraordinariamente con la adjudicación por Augusto de las mencionadas minas a Herodes el Grande. Aunque expatriados, los judíos de Chipre se mantuvieron fieles a sus creencias religiosas, tratando de ganar prosélitos para su causa. En los grandes núcleos urbanos disponían de sinagogas adonde acudían los sábados para oír la lectura de la Ley y de los profetas. Bernabé, de ascendencia judía, y su compañero Pablo frecuentaban estas reuniones, aprovechando la coyuntura para predicar la palabra de Dios a los judíos y a los prosélitos procedentes del paganismo. En este apostolado viéronse asistidos por Juan Marcos, primo de Bernabé, y por algunos cristianos residentes en la isla (Hch. 11,20). En su obra de apostolado los dos apóstoles atravesaron la isla y llegaron a Patfos.

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